sábado, 11 de julio de 2015

En la miseria ….. se forja la solidaridad. El testimonio de Manuel.

           Hace unos días, y a raíz del escrito anterior, unos amigos me pidieron el testimonio de uno de nuestros jóvenes de nuestroHohar-Internado. Me ha parecido interesante compartirlo con todos vosotros. Un saludo y gracias por vuestro interés en conocer la vida de los más empobrecidos.

"Me llamo Brisso Boni Emmanuel y tengo 19 años. Acabo de terminar los estudios de bachillerato y pasé el examen del BAC, del que estoy esperando los resultados.
Nací en un pueblo del municipio de Bembéréké  llamado Wâraru. Mi padre se llama Gastón y es uno de los tres primeros catequistas de la parroquia. Mi madre es Bernardette. Mi abuela materna fue una gran mujer, pues acogió a muchos niños rechazados por otras etnias, los amamantó y crió. Somos 9 hermanos y todos somos católicos.
 Nuestra familia vive en una permanente situación de miseria, de una extrema pobreza que me gustaría compartir con todo el mundo. La miseria es horrible: la comida, los cuidados básicos, la educación, el vestido, todo nos resulta difícil. Con ocho años, yo ya me vi en la situación de tener que ir a trabajar en los campos de otros para poder hacerme con un poco de dinero. Para poder ir al colegio, he tenido la suerte de que el padre se fijara en mi y de poder ir al internado de la misión. Mis padres no pueden pagar los gastos escolares, a pesar de que la enseñanza pública es teóricamente gratuita. Vivir esta situación me ha llevado varias veces a desear dejar de estudiar. Pero, gracias a Dios, el padre siempre estaba ahí para animarme, y yo he aceptado sus consejos para no echar a perder mi vida. Durante las vacaciones trabajamos en el campo con nuestros padres. Todo lo hacemos con las manos, pues ni siquiera podemos comprar unas vacas para labrar la tierra. Trabajamos como animales, pero, a pesar de nuestros esfuerzos, lo que obtenemos no llega nunca a cubrir nuestras necesidades. Además, y para poder reunir algo de dinero y pagar nuestros estudios, mi hermano mayor y yo trabajamos nuestro propio campo. El año pasado hicimos una hectárea y media de maíz entre los dos, todo a mano. Lamentablemente no obtuvimos muchos sacos de grano, pues, por falta de medios, no pudimos echar abono químico. La tierra está ya muy cansada por culpa del algodón, y sin abono no consigues casi nada. Por eso lo que sacamos no nos llega para pagar los estudios de los dos. Y tenemos que trabajar muchos días a jornal, si tenemos suerte encontrar trabajo y de que nos paguen. Muchas veces trabajas como un loco, y luego no te pagan.
 Pero yo no soy el único a vivir de esta manera. Aquí la miseria es general y afecta a casi todo el mundo. Lo que es triste es ver a muchos jóvenes como yo que no llegan a superar esta dura prueba de la vida. Yo estoy luchando gracias a la vida y a todo lo que he aprendido durante estos años en el internado de la misión. La vida en el internado me ha hecho crecer mucho, gracias a la educación que allí he recibido. Siempre nos invitan a compartir, a vivir en comunión, a hacer todo juntos y sobre todo en colaboración. Compartimos lo poco que cada uno tenemos y lo que trae de su pueblo. Preparamos nosotros mismos nuestra comida por grupos y compartimos todo con nuestro grupo. Así aprendemos mucho, y los grandes enseñamos a los más pequeños. Gracias a esta educación he comprendido que tenemos que trabajar mucho, siempre unidos, para vencer todos nuestros problemas, y que podemos hacerlo.
            Sin embargo, incluso algunos jóvenes que, como yo, han vivido allí unos cuantos años, acaban marchándose a otros países, especialmente a Nigeria. Esta plaga es obra sobre todo de algunos jóvenes que han trabajado allí y que, pagados y corrompidos por sus antiguos patronos, corrompen a otros jóvenes con unas pocas monedas. Pero muchos se marchan huyendo de los muchos problemas y dilemas que sufren en sus familias, consecuencia de la miseria que viven. En esta migración hay muchos niños de unos doce años. Transportados a Nigeria, les distribuyen en campos donde trabajan desde la mañana hasta la noche, y todos los días de la semana. Esta horrible atrocidad y una condición de vida miserable, les expone a toda clase de enfermedades sin ningún cuidado sanitario, y muchos acaban muriendo allí. La mayor parte de los que se van no regresan nunca y algunos de los que lo hacen, vienen toxicómanos, pues se habitúan a la droga allí para poder trabajar como se les exige. Hay otros niños y jóvenes que no se van a Nigeria, y que se convierten en los chicos de la calle. Expuestos a toda clase de enfermedades y abandonados de todos, incluso de sus propios padres, muchos son violados y viven sin domicilio fijo. Y esta situación empeora continuamente. Muchos son también los que acaban entregándose a la delincuencia y a la prostitución. Y este fenómeno se da en los dos sexos: en los chicos y las chicas. Algunos trabajan en la construcción para acabar no ganando nada.
            Ante esta situación, lo que peor soporto es que la política no hace nada por erradicar la miseria de nuestro mundo, al contrario, ésta crece de día en día, especialmente entre los campesinos. Es inhumano que los jóvenes no encontremos trabajo y que los chavales de la calle no tengan una casa como los demás. Estos últimos tienen derecho a una educación, a ser alfabetizados, a tener un domicilio fijo y una familia que les quiera. Y a los jóvenes hay que facilitarles el acceso a los estudios, haciendo que éstos sean totalmente gratuitos. A mi todo esto me llega al alma. Y no debemos creer que esta labor hay que dejársela sólo a los que gobiernan, pues hay mucha corrupción y sólo piensan en llenarse el bolsillo.
            Yo creo que nosotros los niños, los jóvenes, los campesinos, todos debemos unirnos para cambiar la situación, comenzando por combatir la explotación de los niños, denunciando a los autores de esta maleficencia. Entonces, unámonos, trabajemos juntos, organicemos sesiones de formación y lo que sea necesario para alejar la miseria de nuestras vidas. Uno solo nada puede hacer. Asociemos nuestras fuerzas, pongamos nuestros bienes en común y trabajemos para ayudarnos mutuamente.  A los padres les pediría que sean responsables y controlen su natalidad y tengan los hijos que puedan educar.  A los jóvenes, que se casen cuando puedan sostener y educar a sus hijos, que no tengan prisa y que elijan el mejor momento para ello. Y a las chicas también les pediría que eviten el matrimonio precoz y que hagan todo lo posible por construir un hogar donde sus hijos crezcan sanos. Todo esto contribuirá también a erradicar la miseria."



miércoles, 17 de junio de 2015


“Los niños del Benín”

            Así llaman en el país vecino, Nigeria, a los niños que trabajan como auténticos esclavos en granjas alejadas de cualquier núcleo importante de población. Su edad oscila entre 8 y 12 años. Acompañan en el trabajo a otros niños algo mayores que ellos y a gente joven en general. Todos proceden del Benín, desde donde parten, la gran mayoría, con promesas que nunca se cumplen.
            Un día llega un extranjero al poblado, se le acoge, pasa unos días, estudia la situación, fijándose sobre todo en las familias más numerosas con muchos hijos de corta edad. Más tarde habla con el padre, o los padres, y les piden que les confíen algunos de sus hijos para llevárselos con él a una finca donde aprenderán bien a trabajar, comerán bien y, pocos meses después, regresarán con bastante dinero.  A cambio, el padre recibe también una cantidad  de dinero como ayuda para la familia, lo equivalente más o menos a 60 €. El niños o los niños se van, y tal vez regresen unos tres años más tarde con una pequeña moto, no precisamente importada desde Japón.
            Esta primera es ahora una forma algo peligrosa de comercio humano (según algunas informaciones, el número de niños objeto de trafico anualmente sólo en Benín puede alcanzar la cifra de 40.000), pues por fin existe algo de control policial. Lo más corriente es el “reclutamiento” de niños o jóvenes por parte de algunos de ellos mismos. Los traficantes compran con dinero a jóvenes veteranos quienes, al regreso a sus pueblos, intentarán convencer a otros para que les acompañen al Dorado de Nigeria. Estos últimos no deben decir nada a sus padres, y la “fuga” se realiza por la noche.
            En la granja los jóvenes y niños trabajan de sol a sol siete días a la semana. No hay día de descanso. No comen del todo mal, pues esclavo débil no es rentable. Nunca van al pueblo, y no tiene ningún servicio médico cerca. Las picaduras de serpiente son frecuentes, y si ésta es mortal, no hay remedio alguno. Así murieron este último año dos de nuestros jóvenes “aventureros”. Y cuántos morirán de paludismo, fiebres tifoideas, disentería, cólera, etc. Pasan  al menos tres años viviendo de esa manera si quieren obtener al menos  una moto “nigeriana”.  Y lo curioso es que algunos de ellos repiten. Claro, al regresar a sus casas, pronto se encuentran de nuevo con la miseria, loca compañera que te empuja a hacer lo más increíble e inimaginable.
            Según el testimonio de uno de esos niños-jóvenes, que pasó un año en nuestro hogar-internado, Bénoit, las granjas son como auténticas cárceles. No te puedes ir antes de tiempo. La distancia hacia la libertad es grande  y no es fácil salvar el control de los patrones. Las granjas se comunican entre ellas y el apoyo mutuo levanta verdaderas alambradas difíciles de sobrepasar. Sólo, de vez en cuando, cuando alguna noticia llega a la prensa, sobre todo a la internacional, empujados por los piadosos organismos internacionales de los derechos humanos (¡qué bien suena!), algunas granjas reciben la visita de la policía, cuya escasa pasión por el trabajo que deben realizar queda anulado por el poderoso pulpo de la corrupción. Poderoso caballero Don Dinero.
            Hace unos días, un joven catequista de uno de nuestros pueblos me comentaba que estaba pensando ir a trabajar a Nigeria. Yo le pregunté que si  es que tenía ganas de trabajar como esclavo. Me respondió: “Padre, aquí qué voy a hacer. Soy joven (apenas 20 años) y quiero tener mi dinero propio. Aquí trabajo en casa y no me dan nada, quiero casarme”. Puede que se vaya, lo pasará mucho peor de lo que le han contado, pero vendrá un día con su nueva moto con la que se paseará por todo el pueblo para que todo el mundo la vea bien y admiren su “proeza”. Y luego, poco tiempo más tarde, como muchos otros, se verá obligado a vender la moto, el dinero es necesario, hay que sembrar, hay que comer. Y volverá la misma vida de antes, o incluso peor.
¿Cómo romper estas cadenas? No hay otro camino que el de la solidaridad. No se puede seguir buscándose la vida solos. Bénoit, Jean, Albert y otros así lo hicieron, y hoy son menos libres y más miserables que antes. Trabajamos y esperamos para que llegue el día en que niños y jóvenes como ellos, unan sus fuerzas y fundamenten sus vidas en la madre y hermana solidaridad y canten juntos el canto de la libertad.
           

viernes, 22 de mayo de 2015


El bueno de Andrés

            No me gusta hablar de las personas individualmente ni contar historietas sentimentales ni nada por el estilo. Sin embargo, hoy quisiera hacer una excepción con la única intención de colaborar a acercarnos, al menos un poco más, a la realidad.  Desde ahí, tal vez nos sintamos tocados por el noble deseo de cuestionar nuestras formas de vida, el sistema que nos engloba y configura, sus consecuencias, sus causas. No basta con dejar que nuestro corazón se encoja unos instantes de vez en cuando, quejarnos y echar balones fuera, ante escenas como las que estos días nos presentan por TV: miles de personas desesperadas, abatidas, abandonadas, entregadas a las garras del monstruo marino, ante la indiferencia de los dirigidos - que no de sus dirigentes - y la ignorancia a la que sometemos a sus hermanos hambrientos y empobrecidos.
            Andrés no es uno de esos. Es un chaval a quien en la misión conocemos muy bien, pues su casa (?) se encuentra justo enfrente de la nuestra. Prácticamente ha crecido entre nosotros, aquí correteaba, jugaba, veía la tele, estudiaba, etc., pero nunca molestaba. Era, como decimos por Asturias, muy buenín. Y no por que su ambiente familiar le fuera favorable, ni mucho menos. El último de una larga familia, con un padre cogido por el alcohol e incapaz de hacer absolutamente nada, sus hermanos, ya fuera de casa, cada uno a su aire, y de sus hermanas, más vale no hablar. La única que se desvive por sacar todo adelante, es la madre y no precisamente de la mejor manera, sino fabricando, al estilo casero, bebida bien alcoholizada, para goce y disfrute, no sólo de su propio marido, sino de un grupo de locuelos que nos dan la tabarra todos los viernes.
            Bueno, en la familia hubo una excepción, uno de los hermanos. Este logró estudiar y se hizo guarda forestal (cuerpo paramilitar aquí). No le conocí, pero parece que su comportamiento era bastante normal. Y digo esto, por que muchos de ellos están mezclados con la mafia que arrasa nuestros bosques, para beneficio sobre todo de China, otro de los grandes depredadores de nuestro continente.
            El hermano forestal era la gran esperanza para que Andrés pudiera ir a la universidad y así satisfacer su gran pasión, la técnica de la difusión televisiva. El mundo de la técnica informática le atraía locamente, locura que sufrieron algunos de mis móviles y hasta mi propio ordenador. Pero sucedió lo peor. Por causas que aún no se conocen (pero que uno se puede imaginar), un día el bueno de su hermano apareció brutalmente asesinado, y lo posible cambió de rostro, y la realidad mostró de nuevo su lado más cruel.
            Pero, Andrés no se desanimó. A comienzos de septiembre último, estando yo aún por España, me llamó por teléfono diciéndome que quería ir a la universidad, que había logrado reunir un dinero entre sus familiares y que si yo le podía completar el resto. Por mi parte, lo primero que hice fue recordarle que una cosa era la misión y otra mi persona, que la primera tenía sus criterios y yo los míos personales, y que, aún siendo los dos favorables,  la empresa no era nada fácil.  Yo no sé si guiado por un instinto especial que poseen algunos empobrecidos, por intuición o por conocer nuestras debilidades, lo cierto es que Andrés también se tiró a su Mediterráneo.
            Y ahí está, remando junto al Atlántico, en Cotonou. El primer año no está siendo nada fácil para él. En medio de un clima humano que no le es familiar, obligado a cambiar la habitación (?) de alquiler por ser cristiano, sin los medios técnicos que sus estudios exigen, privado durante al menos dos semanas de escolaridad por no haber pagado la tercera parte de la matrícula, por que la “vieja” – como él cariñosamente la llama – tuvo que gastar el dinero que le había prometido, en curar su propia enfermedad, renunciando a todas las vacaciones por el coste de los viajes, y a pesar de todo, Andrés no se desanima.
            Para terminar, una pregunta: ¿Porqué los pobres, como Andrés, no se desaniman nunca?
           
           
           

lunes, 27 de abril de 2015



Ya hace tiempo

Ya hace mucho tiempo que no entro en contacto con vosotros, queridos amigos y colaboradores, a través de este medio. Podría enumerar una retahíla de razones que sonarían a excusas,  prefiero no hacerlo. Lo mejor es que, por fin, recuperamos nuestra comunicación. Por mi parte, os pido perdón por haber incumplido mi compromiso. Cuento con él y con vuestra comprensión.
            Tengo que comenzar expresando todo mi reconocimiento y reafirmando mi amistad con todos aquellos con quienes me encontré durante las pasadas vacaciones. La buena gente de las parroquias de Rivadedeva, siempre fieles e inigualables servidores de nuestra misión; los hermanos compañeros de los lunes de Gijón y sus parroquias, amigos entrañables y gran sostén de nuestro espíritu misionero; la buena gente de Laviana y Villoria, con Víctor y César al frente, acogedores donde los haya; el grupo S. Pablo de Oviedo, cuya amistad permanece y se acrecienta día a día gracias a esta empresa común; la parroquia de Blimea, que nunca falla; Las Hermanas y los Ancianos del Naranco, que año tras año nos brindan el placer de pasar un buen rato con ellos; el grupo de Misiones de Pola de Siero, entre los que no a lugar para el desánimo; mi parroquia de Fuentecén, quien, además de buenas chuletas y mejor vino, posee otros mucho valores; y tantos y tantos amigos de Asturias, de Sevilla, Ciudad Real, Alcalá de Henares, etc. Con todos, deseo que nuestra solidaridad y compromiso a favor de los empobrecidos de la tierra crezca y se haga cada vez más fuerte.
            No voy a empezar abordando un tema en concreto, sino sólo contaros algo de lo que vivimos en este momento.
El hecho más importante, y doloroso, el la gran escasez de agua que sufra nuestra gente, incluso para beber. Da pena ver a la gente deambular de un lado pata otro con sus bidones amarillos de 25 litros buscando una poco de agua de acá par allá, y donde se encuentra un sondeo  (pompe) seguir una larga cola en donde te puedes morir antes de que llegue tu turno.  Eso pasa aquí en Bembéréké. En muchos pueblos, los menos agraciados por el llamado oro blanco, es obligado recorrer hasta 10 kms. para conseguir un poco de agua limpia o sino, conformarse con los restos de agua de las charcas que resisten a la sequía, entre los que con se esconden la enfermedad y, muchas veces, la muerte. Es este el tiempo que hace crecer las enfermedades como la meningistis más severa, diarreas de todo tipo, malaria, etc.  Y, como siempre, los más castigados los más débiles de los débiles, los niños.
            Otro acontecimiento que marca estos nuestras vidas, mezcla de algo de esperanza (si aún queda) y mucho más miedo a lo que pueda venir después, son las elecciones parlamentarias y comunales. Con ausencia total de conciencia política (como en España), la gente se deja fácilmente engañar por los unos y los otros que prometen y prometen lo que nunca han hecho ni harán. Gente bien pagada recorre barrios y pueblos con slóganes y gritos, dicho sea de paso, nada originales. Estos adláteres preparan el camino al “gran rey que vendrá después” con sus sonatas persuasivas y un puñado de dinero que se repartirá después como su dios manda, primero para nosotros os grandes del lugar, luego para nuestros ayudantes y, si queda algo, para el humpen, algo menos de un euro, si hay suerte. Lo peor de lo peor son los recursos repetidos a temas tan serios como el regionalismo o el tema étnico o religioso.
            Y nosotros en medio de todo eso, celebrando nuestra Pascua, Pascua de Resurrección y Vida, que no necesita de propagandas y slóganes publicitarios sino de vida compartida y grandes deseos de construir juntos, impulsados por el que todo lo puede, un mundo más justo, más servicial, un mundo de hijos y hermanos. Seguimos disfrutando año tras año de nuevos cristianos adultos, jóvenes y niños que se apuntan, con el sello de su bautismo, al camino de la vida que surgió de la sangre un Crucificado, en quien mucho reconocemos el Hijo del Dios vivo, Señor del la Historia, Misericordia y Justicia para los náufragos y ahogados por la Injusticia de un mundo que sólo cree en la buena vida y lo que nos satisface de la cintura para abajo. Hasta pronto. En serio. Alejandro
           

miércoles, 25 de junio de 2014



« FRENTE A LA MISERIA LIBROS »



            Así gritaban los pobres obreros españoles a finales del siglo XIX para lograr su propia emancipación y el protagonismo de sus vidas. Y és es uno de los principios que guía nuestro trabajo aquí, especialmente en el trabajo con nuestros jóvenes estudiantes. El derecho a la formación-Información nos es un privilegio para los más ricos, es un derecho inaliable de todo ser humano. Y en la sociedad de la comunicación y de la información, no podemos privar de este derecho a los más empobrecidos.

            Es verdad que los más empobrecidos de la tierra carecen de lo más necesario y urgente : agua limpia, comida, medicinas, etc. Pero no es menos urgente, y yo diría muchos más importante, crear vínculos y cauces que les conduzcan y  faciliten la autogestión y el protagonismo de sus propias vidas en aras de una verdadera emancipación. De lo contrario sí que estaríamos alimentando el paternalismo y la dependencia.           

            Es éste el principio que nos ha llevado a la puesta en marcha de una sala de Informática con cíber (sin café) en una de las dependecias de nuestra Misión que, como todas las demás, está siempre abierta y al servicio de toda gente del pueblo que quiera cultivar su conciencia y toda su persona.

            La sala de informática con cíber, han sido posibles gracias a la colaboración de Manos Unidas, quien la ha financiado en casi su totalidad. Y su continuidad lo es gracias a un aún pequeño grupo que nos gusta llamar « Colaboradores de Bembéréké », quien de manera muy genesora respondieron a nuestra llamada. Este grupo lo componen fundamentalmente gente entre los que nació una maravillosa amistad, en aquella hermosa cuna que fue la parroquia de San Pablo de la Argañosa, de Oviedo, allá por los finales de los años setenta y comienzos de los ochenta del siglo que feneció. Nos alegra ver como una buena parte de aquella buena gente sigue unida y mantiene lazos profundos de comunión y fraternidad. Y no sólo ellos, sino también sus hijos. Ahí están el grupo San Pablo, el equipo de fútbol Alborá, etc.

            Nuestro cíber marcha mejor de lo que esperábamos. Los comienzos fueron difíciles, pero, gracias a Dios, ya ha habido meses en los que hemos cubierto gastos. Y esperamos autofinanciarnos cuando logremos poner en marcha cursos de iniciación a la informática y al uso de internet dirigidos a todos los jóvenes del pueblo. La gran mayoría desconoce esos instrumentos indispensables en los tiempos que vivimos.

            Amigos, es hora de hacer justicia a los empobrecidos, y este instrumento de que hoy os hablamos, no pretende otra cosa. Y entra en el campo del cultivo la conciencia en la sociedad del comecocos, de la manipulación, de la captura de sentimientos y del frenético consumismo, a quien ni las crisis más profundas parecen poner freno.
            Para terminar, no olvidemos nunca que « lo importante es seguir luchando ». Un abrazo.


     Matrimonio tradicional

            El sábado pasado estuve en Wâraru, uno de nuestros pueblos situado a unos 15 kms. de Bembéréké. El motivo fue la celebración del matrimonio cristiano entre dos jóvenes, Apolinaire y Agnès.
            Lo original de éste siempre importante acontecimiento radica en el hecho de que el matrimonio religioso y el tradicional se realizaron al mismo tiempo. Lo normal no suele ser así, en general primero se hace el matrimonio tradicional y, bastante más tarde, varios años incluso, el religioso.
            Lo que a mí me tocó vivir fue fantástico. Ya el día anterior, al pasar por allí, en mi quincenal visita a la comunidad de Boro (50 kms y hora y media de viaje), obsevé que la cosa iba a ir muy en serio, pues estaban fijando, junto al viejo y pequeño templo, unos cuantos maderos para sujetar unas lonas que pudieran abrigar mucha gente y protejerlas de los duros rayos solares. Y así fue. Todo a mi llegada, al día siguiente, estaba preparado : un buen tenderete, el altar con su alfombra de plástico, numerosos bancos, sillas y hasta dos buenos sofás para albergar a los novios y sus padrinos.
            Igual que en España, la novia llegó algo tarde a la cita. Bueno, eso según nuestra mentalidad o, al menos, la mía. Sin embargo todo estaba bien justificado. La novia venía del pueblo vecino de Bwâri, uno de los más grandes que servimos. Y, claro, el trayecto se hizo a la manera tradicional, sin prisa, con las paradas correspondientes, todo al son de las viejas, verdaderas jefas de un organizado cortejo. La distancia entre los pueblos es de 15 kms. Salieron de Bwâri antes de las ocho de la mañana, y llegaron a Wâraru poco antes de las once. Allí donde decían las viejas, había que pararse, y venga la música y las danzas  y cantos tradicionales. Venían en motos y en un camión con unas cien personas.
            La llegada a Wâraru fue apoteósica, una verdadera explosión de júbilo al asistir al deseado encuentro entre el novio y la novia. Ellos con rostro serio, el de ella cubierto con un velo blanco como manda la tradición, sin embargo el resto, una buena porción de gente, rompió en una algarabía, donde los tambores emergieron con toda la fuerza y vida que llevan dentro.
            Vino después la celebración religiosa. Qué os voy a decir, la esencial es lo que se hace en todos los matrimonios cristianos, pero…, aquí no es igual. Cada paso importante hay que vivirlo y celebrarlo profundamente. No hay lugar para la monotonía, la rutina o el aburrimiento. Hay que cantar, todos, no sólo el coro, los aplausos suenan de forma repatida, y la danza, donde hasta el que preside no puede resistir la tentación de hundirse en ella. Y esos dulces gritos de las mujeres que salen de sus gargantas bajo la batuta maestra de sus lenguas.  Os cuelgo algunas fotos y un vídeo muy casero para que os hagáis una idea.
            Tras la celebración religiosa, acompañamos a los novios a su nuevo hogar, con los corazones muy anchos y los cuerpos agitados por un ambiente musical único. Y más tarde, la comida que naturalmente no puede faltar. Mucha pasta de maíz, de sorgo, de mandioca, y sobre todo el gran sokuru, la reina de las pastas, una especie de puré muy espero, hecho del iñame, el tubérculo gigante que se cultiva por estas tierras. La falta de sabor la suplen con creces unas deliciosas salsas, casi siempre muy picantes, y en los días de fiesta acompañadas con trozos de carne de cerdo para poner a prueba las dentaduras, endodoncias y eso nuevo de ahora que atornillan a los huesos. Menos mal qu en los días grandes no puede faltar el pollo, especialmente para los invitados más distinguidos, entre los que, gracias a Dios, se encuentra el `monpè´, el padre.
             Bueno, todo eso es lo que yo presencié. En mi relato falta el antes y el después de los novios que os cuento muy brevemente.
            Dejo de lado la búsqueda o el don de la novia al futuro esposo, el pacto tradicional de las familias, sellado con una simbólica comida, donde la protagonista es un fruto llamado cola, los regalos a la novio, vestidos ajuares, et.. y otras muchas cosas. Me centro en los días anteriores al acontecimiento principal. El matrimonio (Kuro Kpaaru) suele hacerse el sábado, pero ya desde el jueves la novia, especialmente, debe recogerse y centrase bien el acontecimieto que le espero. Siempre está acompañada por su amiga más íntimas, y las viejas de la casa se encargan de los lavados rituales, acompañados de contos y danzas tradicionales. Antes de salir de su casa se le obsequia con dinero y otros regalos, y después se prepara el cortejo, ya el sábado por la mañana. La novia irá bien acompañada por sus amigas, las viejas, otros muchos invitados y todos sus ajuares y paños.