miércoles, 25 de junio de 2014



« FRENTE A LA MISERIA LIBROS »



            Así gritaban los pobres obreros españoles a finales del siglo XIX para lograr su propia emancipación y el protagonismo de sus vidas. Y és es uno de los principios que guía nuestro trabajo aquí, especialmente en el trabajo con nuestros jóvenes estudiantes. El derecho a la formación-Información nos es un privilegio para los más ricos, es un derecho inaliable de todo ser humano. Y en la sociedad de la comunicación y de la información, no podemos privar de este derecho a los más empobrecidos.

            Es verdad que los más empobrecidos de la tierra carecen de lo más necesario y urgente : agua limpia, comida, medicinas, etc. Pero no es menos urgente, y yo diría muchos más importante, crear vínculos y cauces que les conduzcan y  faciliten la autogestión y el protagonismo de sus propias vidas en aras de una verdadera emancipación. De lo contrario sí que estaríamos alimentando el paternalismo y la dependencia.           

            Es éste el principio que nos ha llevado a la puesta en marcha de una sala de Informática con cíber (sin café) en una de las dependecias de nuestra Misión que, como todas las demás, está siempre abierta y al servicio de toda gente del pueblo que quiera cultivar su conciencia y toda su persona.

            La sala de informática con cíber, han sido posibles gracias a la colaboración de Manos Unidas, quien la ha financiado en casi su totalidad. Y su continuidad lo es gracias a un aún pequeño grupo que nos gusta llamar « Colaboradores de Bembéréké », quien de manera muy genesora respondieron a nuestra llamada. Este grupo lo componen fundamentalmente gente entre los que nació una maravillosa amistad, en aquella hermosa cuna que fue la parroquia de San Pablo de la Argañosa, de Oviedo, allá por los finales de los años setenta y comienzos de los ochenta del siglo que feneció. Nos alegra ver como una buena parte de aquella buena gente sigue unida y mantiene lazos profundos de comunión y fraternidad. Y no sólo ellos, sino también sus hijos. Ahí están el grupo San Pablo, el equipo de fútbol Alborá, etc.

            Nuestro cíber marcha mejor de lo que esperábamos. Los comienzos fueron difíciles, pero, gracias a Dios, ya ha habido meses en los que hemos cubierto gastos. Y esperamos autofinanciarnos cuando logremos poner en marcha cursos de iniciación a la informática y al uso de internet dirigidos a todos los jóvenes del pueblo. La gran mayoría desconoce esos instrumentos indispensables en los tiempos que vivimos.

            Amigos, es hora de hacer justicia a los empobrecidos, y este instrumento de que hoy os hablamos, no pretende otra cosa. Y entra en el campo del cultivo la conciencia en la sociedad del comecocos, de la manipulación, de la captura de sentimientos y del frenético consumismo, a quien ni las crisis más profundas parecen poner freno.
            Para terminar, no olvidemos nunca que « lo importante es seguir luchando ». Un abrazo.


     Matrimonio tradicional

            El sábado pasado estuve en Wâraru, uno de nuestros pueblos situado a unos 15 kms. de Bembéréké. El motivo fue la celebración del matrimonio cristiano entre dos jóvenes, Apolinaire y Agnès.
            Lo original de éste siempre importante acontecimiento radica en el hecho de que el matrimonio religioso y el tradicional se realizaron al mismo tiempo. Lo normal no suele ser así, en general primero se hace el matrimonio tradicional y, bastante más tarde, varios años incluso, el religioso.
            Lo que a mí me tocó vivir fue fantástico. Ya el día anterior, al pasar por allí, en mi quincenal visita a la comunidad de Boro (50 kms y hora y media de viaje), obsevé que la cosa iba a ir muy en serio, pues estaban fijando, junto al viejo y pequeño templo, unos cuantos maderos para sujetar unas lonas que pudieran abrigar mucha gente y protejerlas de los duros rayos solares. Y así fue. Todo a mi llegada, al día siguiente, estaba preparado : un buen tenderete, el altar con su alfombra de plástico, numerosos bancos, sillas y hasta dos buenos sofás para albergar a los novios y sus padrinos.
            Igual que en España, la novia llegó algo tarde a la cita. Bueno, eso según nuestra mentalidad o, al menos, la mía. Sin embargo todo estaba bien justificado. La novia venía del pueblo vecino de Bwâri, uno de los más grandes que servimos. Y, claro, el trayecto se hizo a la manera tradicional, sin prisa, con las paradas correspondientes, todo al son de las viejas, verdaderas jefas de un organizado cortejo. La distancia entre los pueblos es de 15 kms. Salieron de Bwâri antes de las ocho de la mañana, y llegaron a Wâraru poco antes de las once. Allí donde decían las viejas, había que pararse, y venga la música y las danzas  y cantos tradicionales. Venían en motos y en un camión con unas cien personas.
            La llegada a Wâraru fue apoteósica, una verdadera explosión de júbilo al asistir al deseado encuentro entre el novio y la novia. Ellos con rostro serio, el de ella cubierto con un velo blanco como manda la tradición, sin embargo el resto, una buena porción de gente, rompió en una algarabía, donde los tambores emergieron con toda la fuerza y vida que llevan dentro.
            Vino después la celebración religiosa. Qué os voy a decir, la esencial es lo que se hace en todos los matrimonios cristianos, pero…, aquí no es igual. Cada paso importante hay que vivirlo y celebrarlo profundamente. No hay lugar para la monotonía, la rutina o el aburrimiento. Hay que cantar, todos, no sólo el coro, los aplausos suenan de forma repatida, y la danza, donde hasta el que preside no puede resistir la tentación de hundirse en ella. Y esos dulces gritos de las mujeres que salen de sus gargantas bajo la batuta maestra de sus lenguas.  Os cuelgo algunas fotos y un vídeo muy casero para que os hagáis una idea.
            Tras la celebración religiosa, acompañamos a los novios a su nuevo hogar, con los corazones muy anchos y los cuerpos agitados por un ambiente musical único. Y más tarde, la comida que naturalmente no puede faltar. Mucha pasta de maíz, de sorgo, de mandioca, y sobre todo el gran sokuru, la reina de las pastas, una especie de puré muy espero, hecho del iñame, el tubérculo gigante que se cultiva por estas tierras. La falta de sabor la suplen con creces unas deliciosas salsas, casi siempre muy picantes, y en los días de fiesta acompañadas con trozos de carne de cerdo para poner a prueba las dentaduras, endodoncias y eso nuevo de ahora que atornillan a los huesos. Menos mal qu en los días grandes no puede faltar el pollo, especialmente para los invitados más distinguidos, entre los que, gracias a Dios, se encuentra el `monpè´, el padre.
             Bueno, todo eso es lo que yo presencié. En mi relato falta el antes y el después de los novios que os cuento muy brevemente.
            Dejo de lado la búsqueda o el don de la novia al futuro esposo, el pacto tradicional de las familias, sellado con una simbólica comida, donde la protagonista es un fruto llamado cola, los regalos a la novio, vestidos ajuares, et.. y otras muchas cosas. Me centro en los días anteriores al acontecimiento principal. El matrimonio (Kuro Kpaaru) suele hacerse el sábado, pero ya desde el jueves la novia, especialmente, debe recogerse y centrase bien el acontecimieto que le espero. Siempre está acompañada por su amiga más íntimas, y las viejas de la casa se encargan de los lavados rituales, acompañados de contos y danzas tradicionales. Antes de salir de su casa se le obsequia con dinero y otros regalos, y después se prepara el cortejo, ya el sábado por la mañana. La novia irá bien acompañada por sus amigas, las viejas, otros muchos invitados y todos sus ajuares y paños.

miércoles, 4 de junio de 2014

Angelines, Ignacio y su real camiseta


Hola, amigos : De nuevo salgo a vuestro encuentro, y de nuevo con algo de retraso. Disculpadme.
Que no os engañe la foto, y lo digo por los que saben que soy forofo del Madrid. No quiero ofender a nadie y menos a los del Atleti, equipo, dicho sea de paso, que este añó lo bordó y goza de todos mis reconocimientos futbolísticos, haciéndonos aún más meritoria la victoria. No es del Madrid de quien quiero hablaros, sino de Angelines y su hijo Ignacio.
Angelines es una madre y mujer como la copa de un pino. Ya jubilada y llena de júbilo, aparca por un momento su familia y se viene a Fô-Bûure, la misión de Logroño-Basbastro, a ayudar a ver lu gran luz de la vida a cuantos niños puede, y en las mejores condicones posibles. No hace falta que os diga que su profesión ha sido y sigue siendo comadrona. Y si grande le hace su profesión (¡que excelente gracia !), más grande le hace aún su vocación, que en ella encuentran las dos una perfecta unión hipostática. Vocación de mujer, de madre y de madre de madres. También orgullo de nuestra raza.
Ignacio, ¡cuánto me hubiera gustado conocerle ! Hijo de Angelines y gozo y alegría de su familia. Murió hace un año y nedio, a los 33, como Aquél a quien muchos queremos seguir. Tuvo la enorme gracia de ser querido y aceptado por unos grandes padres, pues otros, en su mismo caso y des-graciadamente, valga la redundancia, no la tienen. Nació con el síndrome de Down y en ningún momento fue considerado como un estorbo de la buena vida o una carga insoportable de la que hay liberarse antes atreverse a mirarla frente a frente. Cuando Angelines me lo dijo, yo le pregunté : « ¿Os trajo la alegría a vuestra casa ?», ella me respondió : « no te lo puedes imaginar. Era el centro, el motor de nuestra vida, todo giraba a su alrededor, todos queríamos estar con él. Nunca se enfadaba, siempre alegre, contento ». Bueno, así a lo bajines, me susurró : « tenía un defecto, era del Madrid como tú ». Y, claro, yo exclamé con voz potente, para que me ayera Rafael : « ¡Bendito defecto ! ».
Más tarde, antes de marcharme, Angelines desapareció un momento y apareció con una camiseta el Madrid, muy elegante. Me dijo : «toma, te la regalo, era de Ignacio, el único forofo del Madrid de la familia, los demás somos todos del Atleti ». Me entró algo muy fuerte por dentro, tan fuerte que me dije : « como gane el Madrid, te la pones y hasta Fô-Bûure con ella, aunque se enfade Rafael ». Y así hice, y lo pude hacer por dos minutos. Dos minutos y alguno más en las que las voces de Ignacio y las mías se oyeron a 40 kms de distancia, la que hay entre Bembéréké y Fô-Bûure.
Al llegar a Fô-Bûure (lo repito bien para que os suene), sólo estaba Angelines, Rafael aún no había llegado de celebrar las eucaristías. ¡Qué guapu es ver a una madre emocionarse ! Os lo imagináis, ¿verdad ? Y su beso, aún más guapu. Esa fue su verdadera reacción, y mi pequeño homenaje para ella y para Ignacio. Os confieso, para terminar, que, aunque pasaron muchas por mis manos, nunca me había puesto una camiseta del Madrid. Esa vez merecía la pena. ¡Hasta siempre ! Un beso para ti, Julia.